Muchas eras atrás, antes que los dioses fueran dioses y crearan al hombre, existían dos entes que se amaban. Él se llamaba Cuetlachtli, un noble guerrero plateado, que lideraba a sus hermanos y hermanas cada noche a la batalla. Era un líder amado y respetado. Ella era una noble doncella llamada Métztli, aquella de la luz blanca y hermosa, favorita de Coyolxauhqui la diosa de la luna y regente de los Centzon Huitznáhuac, los dioses de las estrellas.
El mito cuenta que Cuetlachtli en una de sus aventuras, pudo ver un resplandor plateado que iluminaba todo el valle. Intrigado por la belleza del reflejo llegó a la Sierra de Coatepec (donde Métztli vivía). Dicen que cuando se miraron, no se escuchó sonido alguno, más que el latir de sus corazones como si fuera uno mismo. Tan fuerte, que Xochipilli, dios del amor sonrió y junto con Xochiquetzalli, su hermana diosa de la belleza, bailaron toda la noche de alegría y felicidad.
Ambos jóvenes se enamoraron. Pero llego el día que Coyolxauhqui intentó matar a su madre Coatlicue, y fue descuartizada por su hermano. Huitzilopochtli envió a su hermana y hermanos al firmamento y se convirtieron en luna y estrellas. Métztli lamentó la suerte de su señora, y ni siquiera el amor de Cuetlahtli la aliviaba. Una noche le juró su amor eterno y se despidió de él, pues debía estar junto a su señora. Esa noche, ayudada por Xochiquetzalli, llegó a la luna montada en un quetzal y comenzó a brillar tanto que la luna se iluminó y ella pasó a ser la luz de la luna y belleza del astro.
Cuetlachtli, devastado, cada noche iba a la montaña y aullaba de dolor, con tanta pena que sus hermanos se unieron a él. El mito cuenta que Xochipilli vio tal dolor en su alma, que lo convirtió en un animal peludo y le prometió que una vez al mes, su amada Métztli bajaría a visitarlo siempre y cuando no dejara de llamarla con su amor. Desde ese día, su espíritu vive en los lobos y estos aúllan a la luna que brilla. Y una vez al mes, la luna se apaga, pues Métztli baja a la tierra para estar con su amado Cuetlachtli.
Mezcal Metzli adopta ese hermoso mito prehispánico y realizamos nuestro proceso de destilado durante una sola noche al mes. Esto con el afán de lograr el sabor más puro e intenso, así como el amor por la doncella que nos da su nombre.
Tenemos la fortuna de contar con nuestro propio y privado maestro mezcalero, conocedor y heredero de todo aquel conocimiento milenario en la creación del mezcal, un conocimiento tan secreto que solo puede ser transmitido de padre a hijo, nunca ha sido plasmado físicamente, y solo es a través de la enseñanza práctica y de la experiencia. Nuestro proceso de destilación solo es conocido por dos personas: Un padre y un hijo. Al ser tan artesanal y puntual nuestro proceso de creación conseguimos solo 250 litros del mejor mezcal del país al año. Incluso destinamos una tercera parte de ese total para guardarlo en barricas diseñadas a consciencia para lograr nuestro mezcal más exclusivo y codiciado, un mezcal madurado que sobrepasa en sabores e intensidad al grueso del mercado.
Metzli es un mezcal con gran tradición, que no se encuentra en el radar del populo. Al ser una producción tan limitada, la mayoría de la cosecha se entrega a personas conocedoras del Mezcal para su consumo personal o en su defecto, como presentes o regalos, ya que gracias a nuestra exclusividad no todos tienen la suerte de tener en sus manos una botella de Metzli. Metzli cuenta con la fortuna de estar en la cava de grandes empresarios, celebridades e incluso mandatarios a lo largo de nuestra historia tan enriquecedora.
De hecho tenemos el honor de destinar cada año 50 litros de nuestra producción para la celebración del Festival Nalukataq en Alaska durante el mes de junio, ya que nuestro fundador ha forjado lazos de amistad con las más prominentes familias iñupiat, que son los pobladores milenarios de la región, y que aprecian el mezcal Metzli por su sabor y sobre todo por el alivio que les provoca debido a los fríos extremos de ese lugar, y suelen llevar pequeñas botellas para mantenerse cálidos al salir a la intemperie.
1 botella de Mezcal Metzli de 500 ml. sobre en una tabla de madera artesanal finamente grabada a mano por artistas mexicanos con el logo de Metzli.
Contiene una botella de Mezcal Metzli Añejo de 750 ml., acompañada de Sal de Gusano junto con cuatro vasos mezcaleros todo en un estuche negro como la noche, de textura fina y suave, que más que un contenedor se convierte en una obra de arte gracias a la fina serigrafía, realizada por uno de los artistas étnicos más influyentes en la escena underground de Korea, en tinta que da un reflejo lunar incomparable.
Contiene una botella de Mezcal Metzli Añejo de 750 ml. y una botella de Mezcal Metzli Joven de 750 ml., acompañada de Sal de Gusano, Sal del Himalaya y Chile piquín junto con ocho vasos mezcaleros. Todo finamente guardado en un estuche negro, contando con un grabado totalmente artesanal hecho a mano de la sierra oaxaqueña.
Contiene una botella de Mezcal Metzli Reposado de 750 ml., una botella de Mezcal Metzli Añejo de 750 ml. y una botella de Mezcal Metzli Joven de 750 ml. acompañada de Sal de Gusano, Sal del Himalaya, Chile piquín y una fina selección de chapulines junto con ocho vasos mezcaleros contenido en un “cofre” forjado en Jabín, madera originaria de Yucatán, apreciada y buscada por coleccionistas. Este cofre se ha creado para almacenar nuestro mayor tesoro, el Mezcal Metzli, por ello hemos asignado al mejor artesano del altiplano tlaxcalteca, cuya principal virtud es crear los más bellos bastones de mando de los señoríos, la fabricación de 30 piezas exclusivamente.